Cuando ha transcurrido un año desde el inicio de la pandemia por el Covid 19, los países paulatinamente vuelven a encerrarse ante la aparición de rebrotes del virus y se generan algunas esperanzas ante la aparición de las primeras vacunas. Es conveniente hacer algunas reflexiones sobre lo que se haya aprendido de la crisis en el ámbito empresarial.
Al inicio de la crisis no existió un total entendimiento de la gravedad de la situación y la visión cortoplacista de buena parte del medio empresarial prefirió esperar la evolución de la situación para tener algún tipo de reacción; la típica actitud del bombero que espera identificar dónde surgen incendios para intentar apagarlos.
Con el confinamiento, las empresas experimentaron una drástica suspensión de operaciones, para lo cual muy pocas estaban preparadas. En ninguna estrategia empresarial se había analizado la posibilidad de un evento de esta dimensión y muy pocas empresas tenían implementado y ejercitado un sistema de gestión de la continuidad del negocio, por lo cual el empresariado no sabía lo que se debía hacer y los gerentes y empresarios empezaron a pensar en la manera como podrían lograr su supervivencia.
Para ello, las empresas generaron esfuerzos contingentes de innovación con orientaciones específicas:
Las empresas ajustaron su modelo de negocio, en especial, en la manera de relacionarse con sus clientes: ante la imposibilidad de tener un acercamiento directo con sus clientes, las pocas empresas que continuaron en operación iniciaron actividades para comercializar virtualmente sus productos y entregarlos a domicilio. La innovación se orientó a generar de forma apresurada las herramientas informáticas que permitieran hacer pedidos y pagos vía Internet; de otra parte, requirieron desarrollar un esfuerzo logístico importante para permitir la entrega de sus productos, para lo cual improvisaron algunas alianzas con empresas de distribución.
Cuando observaron que el confinamiento no iba a ser corto, las empresas buscaron la manera de maximizar la utilización de su capacidad de producción: los centros de desarrollo tecnológico se orientaron a desarrollar productos para la salud y la higiene; algunas empresas de autopartes y de electrodomésticos, empezaron a producir equipos médicos; los confeccionistas se orientaron a producir vestuario y accesorios para protección de la salud.
Paralelamente los proveedores de servicios comenzaron a desarrollar programas de formación virtuales; se generó una variopinta oferta de cursos y seminarios virtuales en una amplia gama de formatos; por su parte, la educación formal, se convirtió en virtual incluyendo actividades culturales y sociales a distancia.
También se generalizó el trabajo a distancia y los trabajadores, confinados en sus casas, tuvieron que multiplicar sus capacidades para tomar de forma simultánea sus responsabilidades como trabajador, padre de familia y encargado del hogar.
El gobierno definió ayudas económicas, alivios financieros y tributarios, buscando que las empresas y las personas lograran su supervivencia mientras cuidaban su salud. No obstante, se quedó corto en el estimativo de la duración de la crisis y, sin alcanzar el cubrimiento de ayudas requerido, se vio obligado a terminar paulatinamente el confinamiento y a iniciar la reactivación económica en medio del contagio privilegiando el cuidado de la salud a la responsabilidad personal.
No se desarrollaron actividades o programas que hubieran estado planificados de forma estratégica, sino que tuvieron que ser implementados sobre la marcha en una situación totalmente desconocida para todos.
Ante la realidad de la situación se pueden encontrar algunos elementos de reflexión de posible aplicación para el colectivo empresarial:
Aunque hubo innegables esfuerzos de innovación, hubo un alto nivel de improvisación, ya que muy pocos tenían una situación de crisis en sus horizontes de planificación. De esta manera se logran impactos de corto plazo; si en la innovación se desea obtener resultados de largo plazo, es necesario considerarla como un objetivo de la estrategia empresarial y generar un modelo de gestión que asegure la sostenibilidad de los esfuerzos de innovación en una estrategia deliberadamente definida.
Las empresas que lograron sobrevivir ahora deberían detenerse a pensar su orientación en un horizonte de mediano y largo plazo. Se hace necesario desarrollar un ejercicio sistemático de planificación estratégica que defina, además de proyectos y sistemas de seguimiento, una cultura orientada hacia la gerencia estratégica y la innovación.
Ante las condiciones de incertidumbre que se han evidenciado en la crisis, las empresas deberían definir sus planes con base en estudios detallados de escenarios de futuro; no es sensato definir estrategias con base en hechos del pasado.
Es necesario identificar las situaciones internas y externas que pueden causar una suspensión de la operación y planificar detalladamente la manera en que debe actuarse para prepararse y responder ante situaciones de discontinuidad del negocio.
Es necesario asumir en serio el tema de la transformación digital; las empresas no pueden limitarse a hacer algunos esfuerzos en digitalización de información o en creación de páginas web. Las tecnologías de la revolución 4.0 son reales y están en crecimiento en el mundo; si las empresas no entran en esta realidad, desafortunadamente quedarán fuera del ámbito competitivo.
Se requiere dinamizar esfuerzos en la consideración de las competencias empresariales que se requieren para lograr el éxito competitivo. Con base en esas competencias, podrán planificarse de forma ordenada los esfuerzos estratégicos de la organización y sus programas articulados de innovación.
Si realmente se considera que el talento humano es el recurso empresarial de mayor importancia, es necesario desarrollar programas sostenibles para su fortalecimiento, dinamización y fidelización.
Obviamente se hace necesario un profundo cambio en elementos fundamentales de la cultura empresarial; en especial la consideración de una visión estratégica con expectativas sistémicas de sostenibilidad en el largo plazo.
No son todas las lecciones que pueden obtenerse de la crisis aun existente; pero si son algunas necesarias para el aprendizaje en las organizaciones. Quedan abiertas al análisis y enriquecimiento en cada empresa y de parte del colectivo de expertos en diferentes áreas del conocimiento.
Carlos Jaime Buitrago Quintero
Consultor empresarial
Gerencia Estratégica y Gerencia de la Innovación.
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